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Palabras de agradecimiento

 

“Ellos son un reflejo de la presencia de Dios y, al recordarles estamos llamados a levantar la mirada al cielo no para olvidar las realidades de la tierra, sino para afrontarlas con más coraje y esperanza”.

Así el Santo Padre Francisco definía a los Santos, hace unos meses, en la Solemnidad de Todos los Santos.

Estimado y querido don Manuel:

al finalizar este acto sencillo y solemne de la Apertura de la Causa de nuestro hermano Juan Vaccari, religioso de los Siervos de la Caridad, hijo de San Luis Guanella, permítame expresar, en nombre también del Postulador General, el padre Bruno Capparoni y de todos mis hermanos, mi agradecimiento más profundo al Señor que hace brotar flores en nuestro jardín para que el buen olor de Cristo sea presente en la tierra de forma concreta y visible.

Quiero que Usted y toda la Iglesia palentina, que peregrina bajo el patrocinio de San Antolín, reciba la acción de gracias de los pobres hijos de don Guanella, religiosos, religiosas, cooperadores, huéspedes de nuestras casas, por la amabilidad con la que Usted y toda su comunidad diocesana habéis tratado desde el primer momento esta Causa. Ha sido una acogida feliz, inmediata, sin condiciones.

Y un proceso rápido, casi rapidísimo para nosotros que estamos acostumbrados a pasos más lentos en nuestra tierra de origen.

Sin su preocupación paternal no estaríamos aquí hoy, a los pocos meses de empezar el diálogo con esta Diócesis que ha visto el último obrar de nuestro hermano.

No sabemos si vamos a llegar y cómo.

Lo que sí sabemos es que hemos empezado y esta ya es una gracia grande, la gracia de empezar.

Quiero agradecer al Juez instructor, don Ginés Ampudia, al Promotor de Justicia, don Antonio García, y a la señora Notaria Natalia Aguado, todos ellos también amigos de nuestra familia religiosa que hasta ahora nos han acompañado generosamente en esta primera fase del camino.

Agradezco también la presencia de todos los que están participando esta mañana en un día sencillo pero único de nuestra historia.

Debo confesarle que me siento muy emocionado no tanto por el acto en sí, que podría ser un acto protocolario sin demasiada belleza, sino por el contenido de este acontecimiento.

Si considero la pequeña vida del pequeño Juan, quizás en apariencia el menos dotado de todos los religiosos guanelianos…

Si considero que estamos hablando de la santidad de un simple hermano lego, como se definían antiguamente, dentro de una Congregación clerical, así nos conoce la Iglesia…

Si considero que no ha realizado obras monumentales, sino que ha simplemente servido al Señor y a los demás con corazón evangélico…

…todo lo de hoy me parece un milagro.

¿Qué hizo? ¿Qué escribió? ¿Qué fundó?

Nada de nada.

Él brilla entre nosotros como Uno que nos recuerda la fuerza sobrenatural de la vida religiosa, que nos recuerda que no somos empleados o funcionarios, que nuestra vocación no es la de hacer, sino la de amar.

Me conmueve saber que posiblemente un día la Iglesia reconozca la santidad de una vida sencilla y pobre, escondida y desapercibida, pero llena de amor que es la plenitud de la vida cristiana.

¿Quién fue el Hermano Juan?

Un testigo de la vida buena del Evangelio cuando es tomada en serio, con una serie de actos de responsabilidad.

También hoy vivimos el primer acto importante de nuestra historia fuera de nuestra tierra de Fundación, para recordarnos que nuestros confines son los del mundo.

Gracias a España, gracias a la Iglesia de Palencia, gracias a la comunidad cristiana de Aguilar de Campoo.

Dios bendiga nuestra ofrenda y nos la devuelva bendecida.

 

Padre Umberto Brugnoni, SdC


 

HOMILÍA 23/04/2022  Palencia

 

Queridos hermanos y hermanas:

La Liturgia de esta semana de la Octava de Pascua nos ayuda a considerar nuestra historia personal y eclesial a la luz de la Resurrección del Señor, es decir a la luz de la Luz.

Es a la luz del Señor que todo acontecimiento humano toma su forma más auténtica y se orienta hacia su destino original.

También la historia del hermano Juan, considerada a la luz de la Pascua, adquiere su belleza propia, porque viviendo el camino de la Cruz tal como se le presentaba en el día a día, llegó a compartir la alegría de la Pascua en su recorrido humano.

Era un hombre feliz.

Feliz, de aquella felicidad que brota de la entrega profunda y de la certeza de la Providencia de Dios en los pasos cotidianos. Él trataba con Dios y con toda la familia del cielo tuteándoles como a gente de casa y vivía permanentemente en la presencia del Señor. Esta es la Pascua, como perfección de la Navidad, “el Dios con nosotros”.

Esto fue uno de los secretos de la santidad del hermano Juan, la seguridad de no caminar solo, sino acompañado, sostenido, con Alguien que te sugiere por dentro y que, si lo escuchas, te guía siempre, aunque a veces calle para que tu busques el camino y la forma de andarlo como un adulto, no como un niño.

La primera lectura de hoy nos presenta a Pedro y Juan “hombres sin letras ni instrucción” sin embargo capaces de realizar milagros.

Nos suena familiar esta nota de pobreza cultural en la vida de Juan Vaccari, milagrosamente poderosa en su eficacia de relaciones buenas y de servicio precioso a los demás. No era erudito, pero era sabio con la sabiduría del Evangelio que siempre intuye el qué, el cómo, el cuándo, el dónde colocarse.

Marcos, en la página del Evangelio, que es la conclusión de todo su relato, presenta al Resucitado que envía a sus amigos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.

Quiero considerar con vosotros el aspecto ‘itinerante’ del apostolado del hermano Juan, en Italia, pero sobre todo en el último tramo aquí, en España. Era el hombre de la calle y de los caminos, él no tenía altar ni púlpito para anunciar el Evangelio y lo hizo recorriendo toda Castilla para ganar un alma a Cristo, a pie o con su coche.

De hecho, murió en la carretera.  Allí terminó su carrera, no en la cama, no en su casa, no en su despacho.

Le miro hoy con todos vosotros, admirado y conmovido, pues nos recuerda nuestra vocación de caminantes sin patria, sin raíces, sin apego al sillón.

Nuestra vocación guaneliana hoy es provocada y sacudida por este testigo de la carretera como lugar de evangelización, en una época de nuestra historia en la que muchos viven la vida religiosa y el sacerdocio desde un despacho o desde el ordenador, el hermano Juan nos anuncia la antigua fuerza del contagio personal, boca a boca.

No significa añorar tiempos y formas del pasado sino custodiar la forma típica de Jesús de Nazareth, de Francisco de Asís, de Ignacio de Loyola y de nuestro San Luis Guanella que acumularon kilómetros para anunciar la alegría del Evangelio.

Por otro lado, el texto de Vida consecrada afirma que lo religioso es la transparencia del decir y hacer de Nuestro Señor.  El hermano Juan, pasando entre nosotros, deja que la acción de Cristo mismo brille a través de su experiencia y dé testimonio de él de una manera perfecta y santa. En él, el Resucitado nos visitó y nos animó a seguir hablando del Evangelio y a encarnarlo en nuestras vidas. ¡Así que a nosotros también nos gusta el Hermano Juan, como el Señor Jesús!

La Virgen de la Pascua, que conoció el eclipse del Sol y luego su nuevo amanecer nos guíe hacia la luz verdadera que es el Resucitado!. Amén.

Padre Umberto Brugnoni, SdC